El líder del tercer grupo parlamentario de la cámara, a veinticinco escaños del segundo y cincuenta y siete del primero, suspira por dirigir él una ronda de consultas. Que vayan a verle a él. Estará encantado de recibir a Pedro Sánchez. Y luego, a Rajoy. Incluso a Albert Rivera. Pablo, en su despacho de recibir, estaría dispuesto —dénle tiempo— incluso a recibir al rey Felipe si éste necesitara consultarle alguna cosa sobre la jefatura del Estado o las actividades extraescolares de Leonor, lo que él vea.
Esta nueva banderilla que le clavó al malabarista Sánchez ha escocido en el PSOE menos de lo que se dice. Que venga Pedro a verme a mí, que le tengo preparados estos noventa y ocho folios de capitulaciones matrimoniales.
Iglesias, en Pablo Iglesias. Comportándose como si el controlara el juego. Cuando el socialista Hernando le dijo fingiéndose molesto, “Pablo, no sabes dónde estás”…
…lo que quiso decir es “Pablo, quién te has creído que eres”. Un poco de respeto a Pedro I, el propuesto.
Bueno, Pablo cree que es quien entre todos le han hecho creer que es. El que tiene la llave. El habilísimo estratega que siempre sabe lo que debe hacer —-no te digo ya lo que decir— para llevar la iniciativa, atraer el foco y romperle el juego (y las piernas) al adversario político, que siempre es un pardillo. El hacedor de reyes que, según el PP, va a hacer a Pedro presidente previo pago, por parte de éste, de todos los peajes que se le reclamen.
Ya le daba por triunfador Maillo en La Brujula de Onda Cero.
Tertulianos y politólogos, o viceversa (porque últimamente se confunden en las televisiones) han cantado las gestas de este Pablo como si fuera la mejor cabeza que existe en el teatro de la política española, una suerte de Maquiavelo, Fouché, Robespierre y el enano de Juego de Tronos, todos juntos. Una mente prodigiosa para la táctica, la persuasión y el camuflaje ideológico (camaleón) al son que marquen las encuestas. Créate un personaje e interprétalo, aunque ni tú mismo te lo creas.
El día después de las elecciones, Pablo Iglesias anunció una ronda de consultas, convocada por él mismo, en la que se sentaría con todos los partidos políticos a hablar de la reforma constitucional. Qué jugada tan certera, cantaron los analistas, este Pablo es un crack, marca él la agenda. De aquella ronda de contactos, como de tantas otras cosas, nunca más se supo.
Pablo se ha reunido, eso sí, con los hermanos Méndez —Méndez-Toxo—, con Rosell --que nunca deja pasar la ocasión de reunirse con alguien— y con la asociación del cine si se cuenta como reunión la gala de los Goya.
Pablo fue un día a ver al rey y salió diciendo que él se ofrecía a hacer presidente de cartón a un tal Pedro Sánchez, resignándose él, generoso, a una vicepresidencia ejecutiva con más poder que el presidente. Fue una rueda de prensa efectista: gobierno de coalición, lo tomas o lo dejas, Pedro, ya te estás mojando. Se entusiasmó la grada politóloga cantando de nuevo la audacia, el efecto sorpresa, la pericia, el ingenio, la permisible arrogancia.
Dos semanas después, Sánchez fue propuesto por el rey sin haber respondido al “lo tomas o lo dejas”. A día de hoy, sigue sin responder. Ni a ése ni a ningún otro de los ultimátums que le ha ido planteando el hombre de la coleta. Exigió a Sánchez que prescindiera de Ciudadanos para poder empezar a hablar con ellos —-o Rivera o yo, Pedro, no puedes tener dos parejas—- y se demostró que era una baza mal jugada. Porque Sánchez ignoró la exigencia y Podemos, en su afán por anular a Rivera, se quedó fuera del ángulo de cámara.
Ha habido que recular. Otra vez. Sacando ahora un documento propio y convocando al PSOE a negociarlo. “Nos estamos dejando la piel”, dice Pablo, siempre presto a reconocerse a sí mismo los méritos. “Nos estamos dejando la piel” porque han hecho un documento, al peso, de sesenta folios. Le han añadido una marca comercial: el gobierno de progreso. ¿Qué es un gobierno con Podemos? Un gobierno de progreso. ¿Qué es un gobierno sin Podemos? Ah, la misma suciedad inmovilista de siempre. Ya se sabe que éste es el sermón diario: el PP está en contra del progreso, Ciudadanos viene a ser lo mismo que el PP y porque el PSOE es una cosa u otra dependiendo de si tiene a Podemos tutelándole: si tragas con lo que yo quiera, enhorabuena, eres progreso. Si me das de lado, oh, entonces eres un conservador recalcitrante, Pedro.
¿Qué va a hacer Pedro? Ésta sigue siendo la cuestión. Porque el desaire gordo que le hizo Podemos no fue invitarle a ser recibido por Sánchez, fue presentarle unas capitulaciones para la boda que llevan —-página 22—- un muro dentro. La mina que neutraliza, y revienta, el resto de los folios. Si pones “es imprescindible un referéndum en Cataluña para ejercer el derecho a decidir” sabiendo que el PSOE tiene escrito que lo que es “imprescindible es renunciar a esa posición para empezar a hablar” lo que estás diciendo es que no va a haber diálogo. El resto es fingimiento.
¿Qué va a hacer Pedro? Su comité federal tiene dicho que mientras no renuncie al referéndum no hay nada que sentarse a hablar con Podemos. En coherencia con esa resolución, no tendría ni que dar respuesta. Pero Hernando ya ha dicho que hablar, están dispuestos a hablar. ¿Quién se ha creído Pablo que es? Quien entre todos le han hecho creer que es. El dueño de la llave. El que decide si vuelve a haber o no elecciones.